La odisea por la vivienda digna en Chile: Una revisión histórica
“La historia de mi familia es parte de miles de vivencias colectivas a través de la historia, y refleja una larga crisis que es generada por el encarecimiento del precio del suelo, el alto costo de los arriendos y las limitaciones del modelo subsidiario de producción de vivienda.”
Este artículo fue publicado por primera vez el 15 de junio de 2022 en LinkedIn
Por Juan Alfaro
Esta historia comienza con un naufragio, un barco que en 1938 se hunde en la rocosa costa de la ciudad de Coquimbo. Su nombre, el vapor “Canelo”, que posteriormente bautizó al sector donde encalló como “El Canelo”, un amplio territorio entre cerros, rocas y mar que vio su suelo llenarse de casitas de madera y familias que fueron colonizando la irregular superficie.
La lucha por la vivienda digna en Chile, de poblaciones, tomas y conventillos que se fueron desarrollando a lo largo de nuestro país, es también la historia de mi familia. Y este, un relato por saltos temporales en la memoria de los pobladores, que buscando un lugar donde vivir, asentaron sus vivencias y las llamaron hogar.
Nos remontamos primero a finales del siglo XIX, las élites político-económicas del país descubren que pueden hacer negocios con el llamado “oro blanco”, un fuerte fertilizante que podría ayudar a las grandes naciones industrializadas en Europa, a sobrellevar el fuerte crecimiento demográfico de la época. Es así como la industria del salitre fue la principal actividad económica de Chile entre 1880 y 1930, teniendo las reservas más grandes de este mineral tras la guerra del pacifico.
Este exponencial salto económico del país, junto a otras actividades que requirieron mano de obra, motivó a que muchas familias comenzaran a emigrar del campo a la ciudad, y de repente el movimiento demográfico disparó la demanda por viviendas, que terminó en un crecimiento de la desigualdad y las pocas medidas tomadas por los sectores políticos de la época, para sobrellevar este fenómeno social.
Si buscamos documentación para dimensionar el movimiento de pobladores que llegaron a las ciudades, podemos encontrar que solo en la ciudad de Iquique, en el periodo de mayor auge del salitre entre 1885 y 1895, su población aumentó en más de un 100%, donde un 60% eran trabajadores mineros a los que no se les permitió la construcción de viviendas, instalándose en sectores periféricos de la ciudad para evitar los precios especulativos por la gran demanda.
Esto también pasó en la capital, donde la gente se aglutinaba en los llamados “conventillos”, hileras de casas donde las condiciones de salubridad eran nulas y los cobros de arriendo excesivos. Es así que se comienzan a gestar movimientos de pobladores entrado el siglo XX. En 1914 la Liga de Arrendatarios, y en 1922 el Comité pro Abaratamiento e Higienización de las habitaciones. Esta organización social surgida frente a la desigualdad de las condiciones de vida, es lo que marca las posteriores organizaciones vecinales en gran parte del siglo XX y entrado el XXI.
La situación dio pie a un movimiento social que comenzó como tal a finales de la década de 1950, transformándose a principios de los setenta en la búsqueda de cambiar el sistema establecido y transformar la lucha por una vivienda digna, ocupando diferentes espacios en las periferias de las ciudades, en respuesta a las incipientes soluciones del Estado para garantizar ese derecho.
Como respuesta, en 1954 se crea la Corporación de la Vivienda (CORVI) que logró construir diferentes poblaciones. Luego se implementaron planes para dotar a los terrenos con una urbanización básica, pero la lentitud del proceso, hizo que la problemática persistiera.
¿Dónde termina El Canelo en toda esta historia? se preguntarán. Mis padres llegaron a este terreno eriazo en 1990 y Chile se encontraba recuperando la “democracia” tras 17 años de la dictadura de Augusto Pinochet, donde se dinamitó la acción comunitaria de las poblaciones, y con ella, la organización en defensa por el derecho a la vivienda que se observó en la década del cincuenta.
En la actualidad, y según un Techo para Chile, 81.643 familias viven en 969 campamentos en el país, la cifra más alta desde 1996.
Y si bien se aborda como una “problemática”, debemos entender que para las familias representa una solución a la falta de capacidad del Estado para resolver problemáticas de vivienda de manera conjunta y eficiente.
Comunicacionalmente se muestran estos lugares como entornos caóticos, de extrema pobreza y delincuencia. Pero la verdad es, que en las poblaciones y tomas de terrenos habitan una diversidad de trabajadores con diferentes motivos, donde sí existen espacios de organización vecinal, que forman instancias frente a las limitaciones estructurales de la sociedad.
La historia de mi familia es parte de miles de vivencias colectivas a través de la historia, y refleja una larga crisis que es generada por el encarecimiento del precio del suelo, el alto costo de los arriendos y las limitaciones del modelo subsidiario de producción de vivienda. Aristas que pueden ser parte de una idea que dejo aquí, un podcast que aborde de una manera profunda y seria, sin estigmas y que ayude a entender que las tomas y sus pobladores, tienen una memoria, la memoria del territorio que habitamos.
Fuentes utilizadas:
Registro y memoria familiar
Memoriachilena.gob.cl
Artículo: Rasgos históricos del movimiento de pobladores en los últimos 30 años - Verónica Salas, taller de acción cultural.
Artículo revista Invi Universidad de Chile: De tomas de terreno a campamentos: movimiento social y político de los pobladores sin casa,durante las décadas del 60 y 70, en la periferia urbana de Santiago de Chile.
Estudio “Aumento de campamentos, la cara visible de la exclusión habitacional”, de Fundación Sol.
Artículo: “El retorno de los campamentos: cinco mitos que oscurecen el debate”, de CIPER
Catastro de campamentos 2020-2021